domingo, 18 de diciembre de 2011

Un cruce de caminos.

Texto de la presentación del libro por Lucas adur

En distintas direcciones es, sin lugar a dudas, un libro particular. Se trata del fruto de un proyecto de escritura colectiva llevado adelante por cuatro autoras, María Carbó, Isabel Cárdenas, Gabriela Cargnel y María Claudia Otsubo, bajo la supervisión de Raquel Barros. La dinámica de trabajo, descrita por Barros en el prólogo, tiene algo de juego y de experimento: el azar (que como dice Cortázar, no hay que buscar comprender) hacía surgir un título: una frase o palabra que se abría a múltiples posibilidades narrativas. A continuación cada una escribía un cuento breve que era luego leído y discutido por las otras y reescrito a partir del diálogo en común. El resultado final se nos presenta organizado en cinco secciones que recogen las variaciones ensayadas por cada autora a partir del título que funcionó como punto de partida común: “Las tres de la mañana”, “En tránsito”, “Ventana”, “Papeles” y “Los pies”.

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De este modo las cuatro escritoras, cada una ya con un largo trayecto literario, han decidido cruzar sus caminos. El libro es el producto de esta encrucijada: un espacio que no pertenece propiamente a ninguno de los caminos y que, a la vez, pertenece a todos, un espacio que contiene todos los rumbos posibles y que se abre en distintas direcciones. Y la riqueza de este cruce es justamente la diversidad, la rica pluralidad que encontramos en esta convergencia.

Una parte del atractivo del libro radica, sin duda, en descubrir los distintos rumbos en las que un mismo título ha disparado la imaginación de las escritoras. Hay algo de sorpresa en comprobar como, por ejemplo, los “Papeles” que dan título a una sección van mutando desde los que se amontonan en el escritorio de un periodista, a los viejos periódicos que cubren a una mendiga, a las hojas que contienen el diario íntimo de una viajera, e incluso se hacen metáfora de los distintos “papeles” que toca a cada uno jugar en la vida.

Se puede hablar entonces de la diversidad como un rasgo que caracteriza a este libro en varios sentidos. Por un lado, y esto es evidente, diversidad de voces. No sólo me refiero a las de las cuatro escritoras de carne y hueso sino las distintas voces en las que ellas se desdoblan para narrar: viajeras, locas, mendigas, ancianas temerosas, nostálgicas incurables, engañadoras y engañadas… Estas distintas voces pueden adquirir las modulaciones de la oralidad, permitiéndonos recuperar el primitivo y eterno placer de escuchar una historia o, en otras ocasiones, alcanzar un vuelo verdaderamente lírico. Las narradoras van tramando, con estas voces, una especie de sinfonía coral y es posible leer los textos que corresponden a cada sección-título como “variaciones” sobre un mismo tema, en el sentido musical del término o como un cuarteto que ejecuta las distintas líneas melódicas de una partitura. Pero si quisiéramos llevar más adelante la metáfora musical, deberíamos decir que las instrumentistas no parecen tener empacho en intercambiar sus instrumentos. Sin perder sus propias identidades estilísticas, es notorio que el trabajo y la corrección conjuntas, ha permeado la escritura de todas las autoras y podemos reencontrar algunas inflexiones de la voz de cada una en las otras. Un azar editorial o una cuidadosa decisión ha determinado que, cuando uno comienza a leer cada texto, no sepa, en principio, quién es su autora. La ocasión puede ser propicia para olvidarse, al menos durante la lectura, de la individualidad de cada escritora, y recorrer las páginas tratando de escuchar la singularidad de cada relato. Diría incluso que si leemos atentos a este trabajo con la voz, podemos llegar a sospechar que los cuentos no pueden haber sido escrito solo por estas cuatro mujeres, a menos que aceptemos que cada una está habitada por una multiplicidad de voces y que son muchas las máscaras que pueden elegir a la hora de contar una historia.

Además de esta diversidad de voces, En distintas direcciones está construido también en una diversidad de escenarios. “En tránsito” se titula una parte del libro y, ciertamente, los relatos nos hacen viajar, no sólo recorrer la ciudad de Buenos Aires, sus calles, y sus bares, sino que también nos invitan a perdernos en la descripción de castillos franceses, capillitas del Norte, y capitales europeas. Las descripciones son siempre precisas y poéticas y esto es muy meritorio en relatos breves. Muchos textos tienen una calidad sensorial, además de las historias, el lector se queda con impresiones muy vívidas: la asfixia de un cuarto sin ventanas, el calor de una noche húmeda a la intemperie, el barro entre los pies, y ese aire inconfundible de la hora de la siesta en un pueblito del interior.

Esta diversidad de voces y de escenarios confluyen en un aspecto que vuelve al libro muy difícil de clasificar: una notable diversidad de climas y estilos. Hay relatos donde, como vimos, la prosa se acerca a lo poético: meditaciones líricas sobre este “peregrinar por el barro” que es nuestra vida en este mundo o la narración de un sueño que va creciendo, avanzando sobre el mundo que lo rodea hasta llegar a transformar la realidad en una escena digna de las mejores páginas del realismo mágico.

Hay otros que trabajan con una sensualidad sutil, como aquel que evoca los preliminares de un encuentro amoroso (clandestino) en un año nuevo en Brasil o el que hace que nos enamoremos de unos pies que bailan al ritmo del tango en una noche porteña… Tenemos también cuentos con tonos muy distintos, con un manejo de la tensión y el suspenso dignos de un buen trhiller. En uno, una visitante misteriosa llega a una casa y entabla una relación con su anfitriona que va creciendo cada vez más en tensión hasta el sorprendente final; en otro, un grupo de hombres armados espera al borde del camino, un relato que podría haber escrito el Hemingway de Hombres sin mujeres. Para respirar, además de estos cuentos cargados de tensión, tenemos textos donde el clima es más ligero, casi de anécdota humorística, donde es notable el trabajo con la oralidad, como en ese viaje fallido que culmina con la firme decisión de no volver a pisar un país extranjero o la parabólica historia de Tobías, el peón de campo.

Para finalizar, quiero señalar una invitación que, creo yo, puede leerse desde el título. Si pensamos, como dicen, que el nombre de una obra funciona como una “instrucción de lectura”, podemos asumir que es posible leer estos textos “en distintas direcciones”. Estamos ante un libro que invita a leerlo y a releerlo para trazar lazos, construir distintos recorridos a partir de los fragmentos que tenemos, como si fuera un gran rompecabezas que puede armarse de distintas maneras. Cada relato aparece como una pieza de forma única, que está agrupada junto a otras piezas con un título común. Pero la obra también parece invitarnos a romper ese orden, a leer salteado, a buscar (o inventar) las continuidades secretas entre estos textos, imaginar por ejemplo que la mujer que recuerda haber sido infiel en una noche de fin de año es la que se despierta por la madrugada a llorar por una oportunidad perdida, o que la mendiga que se cubre con diarios viejos mientras murmura su eterno monólogo es quizás la misma que, noches después duerme y sueña con como sus pies bailan hasta remontar vuelo. Dejo a cada lector la dichosa tarea de trazar sus propios recorridos por estos cuentos, pero los insto a acercarse a este libro para descubrir como una original y placentera experiencia de escritura se transmuta en una muy disfrutable experiencia de lectura.

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