lunes, 21 de noviembre de 2011

de la palabra y del encuentro

Los textos ya están donde debían: en letra impresa, en el revés y derecho de cada hoja de los tantos libros que el viernes, por fin, llegaron a nuestras manos.
"Siento no haber sacado una foto en el patio de casa, con nuestros porteros y sus familiares que miraban, sin entender, los autos de Gaby y Claudia con el baúl y las puertas abiertas y ese triple abrazo con risas...", escribió María en nuestro acostumbrado correo circulante.
A mí, que me tocó traerlos desde la imprenta, la emoción me había invadido solo una hora antes. Al cargar las cajas y mandar los mensajes de "¡ya voy!, ¡ya los tengo! me acompañaba la alegría de un cierre de trabajo bien hecho, que se hizo evidente al llegar a lo de María.
Y mañana será una fiesta especial, para festejar este cierre de trabajo de escritura.
Un tiempo que sirvió para experimentar la riqueza del trabajo junto a y con otros.
Finalmente, no fue tan difícil porque siempre estuvo de por medio la admiración y el respeto de las otras palabras. No fue tan difícil porque había ganas, y cuando está el deseo todo lo demás se acomoda o se reubica. Finalmente, fue sencillo porque cuando sobre la mesa se desplegaban los papeles, perdían importancia los demás detalles, las cuestiones que se podían mejorar (y que se mejoraron y de buenas ganas se compartían), y tomaban fuerzas las voces, el sentido, la melodía.
Cuando eso ocurre es como escribimos, o nos dijimos alguna vez, el hallazgo de la palabra y del texto se convierte en una experiencia gozosa.
Y por eso la fiesta de mañana, para celebrar que esa experiencia a solas o junto a otros, es posible.

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